
Fue un día que yo no podía ver el rostro de mi padre. Habían pasado pocos años desde su ida, pocos a comparación de los que han pasado ya. Y recuerdo claramente con una dulce voz de interés me dijo –Colorao, lee un cuento, Los crímenes de la calle Morgue, léelo, es de un hijoe’puta llamado Allan Poe, léelo, te va a gustar.- No sé cuando le tomé la palabra y leí el cuento, recuerdo que me llenó, rebalsó mi cráneo y fui feliz.
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