El pan seco sobre la mesa combinaba con el color ocre del mantel, y a la vez desencajaba con el rubor de Francisca, Francisca estaba de colores, además del rojo de la sangre sobre su mandil de cocina. Francisca estaba quietecita en la silla principal con la mirada fija en su plato de sopa, sopa fría además… fría como ese fluido seco que había emanado hace un instante del cuello de papá, porque papá era un hijo de puta, porque papá hacía daño desde que tiene uso de razón, porque mamá murió por él, toda golpeada, y por él, el esperado Ángel nunca vio la luz del mundo. Ahora que lo piensa Francisca, que bueno que fue así, porque la luz de su mundo era gris y espesa. Como la sopa sobre la mesa.
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1 cartuchos quemados:
Pucha, Brutal... ¿por qué carajos le pusiste Francisca?
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