Que ando con la cólera entre los
dientes, es verdad. Entro a un recinto santo para pedirle al dios de los
hombres que me perdone por todo y de pronto olvido agradecerle por darme la
vida. Vuelvo a mi casa y hago mi vida de hombre: como, eructo y duermo. Pienso
en el amor al despertarme, pienso en el desprecio y me siento dolido como si yo
no tuviera la culpa de nada, como si yo fuera la victima ¿Has visto alguna vez
a un verdugo llorar por que no le dejaron cortar la cabeza? Qué barbaridad.
Caigo en la cuenta que estoy muy
chico para estos trotes definidos por la exactitud y las buenas costumbres,
sencillamente no lo tolero. Y ella no me tolera a mí, no la culpo ya lo
intentó. Que básica se ha vuelto la hermosura, tan básica que no me importa
sino más bien me aburre, me hostiga. Pero si me falta esa hermosura tan básica
y sencilla me seco. La necesito por alguna razón. Soy una mierda lo acepto. Lo
siento, prometí no usar groserías.
Vuelvo a mi cubil. A mis sábanas
sucias. No tengo amor, no me gusta, me apesta como a los genitales sin dos días
de ducha. Lo siento.
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