De pronto tus ojos lloraron arcilla, tus mejillas se secaron y tu boca se torció en una cicatriz carnosa incapaz de dar un beso o repartir una sonrisa. Tu cabello se lo lleva el viento siempre ondulado por ese aire gris que respiras. Ya desde hace soles que tu estas media muerta, desde hace lunas que tus pupilas se hinchan de malicia, que pena, pero ya no me causa intención afligirme por tu condición descarnada.
Aprendí a vivir bajo las esporas de tu risa, a comer de tu mano sucia y a oler tu hedor. Ya no era humano entonces, animal… un animal furioso y corroído por la ira. Pero, ya ha pasado para mí esta tormenta, he vuelto a la misma casa de sencilla de siempre. Adiós.
Un tajo en tu vientre late, un hueco profundo y negro se bate al exterior, a este mundo de hierro y sal. Pugna, mujer de barro, por que tus pechos no emanen vinagre. No soy de tus pueblos ni tus lluvias. Adiós.
Aprendí a vivir bajo las esporas de tu risa, a comer de tu mano sucia y a oler tu hedor. Ya no era humano entonces, animal… un animal furioso y corroído por la ira. Pero, ya ha pasado para mí esta tormenta, he vuelto a la misma casa de sencilla de siempre. Adiós.
Un tajo en tu vientre late, un hueco profundo y negro se bate al exterior, a este mundo de hierro y sal. Pugna, mujer de barro, por que tus pechos no emanen vinagre. No soy de tus pueblos ni tus lluvias. Adiós.

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