Tus defectos son ajenos a mí, me queda una suerte de soliloquio, un monólogo monótono, un aullido. No, no es amor ni cariño, es solo vicio; te consumí a grandes rasgos hasta consumirme en pequeñas cuotas de besos y promesas: Puro cuento, era yo el narrador, quizás tú ni oías. Yo ya estaba menguado con ese tu silencio tan grande, hinchado de mis plegarias, mis ruegos, mi sonrisa esperanzada. Entonces transitaste nada más? Si, igual que yo. Porque hasta donde yo sé, yo jugué sucio, hice trampa, inventé telenovelas lloronas y las trasmití por tu canal… y es que, si tú me aceptaste el contrato se trataba de irnos a la mierda juntos, pero eso no es tan justo ni tan necesario, lo normal es estudiar una carrera, ser profesional, conocer a alguien y tener hijos, comprar una casa para poder regresar a ella con un sol de pan, pagar los recibos, en fin.
Si hubiera sabido que jugando limpio ganaría más de lo que esperaba ganar, no me hubiera hecho el muerto a mitad de partida para que tú corras hacia mí llorando para ver que me pasó y yo te diga: no, no es nada. Te salvaste de mí. Pero no te voy a negar que me gustaría otra vez joderte la existencia pero de la mejor manera: haciéndote saber que puedo ser mejor (Aunque te cueste mil vidas creerlo).
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